Intersecciones: Cuerpos y sexualidades en la encrucijada
Cuando era pequeño, uno de los puticlubs más famosos de la zona se llamaba “La Encrucijada”. Cada vez que veo esa palabra me acuerdo de aquel bar de carretera, camino de Puertollano, y me da por pensar: vale, yo soy homosexual y por eso estoy discriminado en ciertos ámbitos, pero… ¿y si además fuera mujer? ¿y si fuera negra? ¿negra y con VIH? ¿y si fuera gitana? ¿gitana y prostituta? ¿y si fuera lesbiana, gitana y discapacitada? (odio esa palabra, prefiero mil veces la que usan en el libro: funcionalmente diversa) ¿lesbiana y presidiaria? ¿y si fuera mujer transexual e inmigrante sin papeles? ¿y si mujer desahuciada, sorda y lesbiana? ¿son todas las discriminaciones la misma, se puede luchar solo contra una de las discriminaciones? ¿se puede ser feminista los martes y los jueves y lesbiana los miércoles y viernes? ¿de qué manera las marginaciones son distintas cuando se intersectan, y en lugar de ser sumas son multiplicaciones? ¿de qué manera las luchas son distintas, los intereses específicos?
Y lo que es más inquietante: ¿estamos todos en alguna intersección de desigualdades (de clase social, de género, de sexualidad, de diversidad funcional, de etnia, de nacionalidad, de edad, etc.)? ¿nos damos cuenta? ¿son naturales esas categorías? ¿son construidas? ¿por quién y para qué? ¿habrá alguien allí, en ese espacio pequeñísimo y oscuro, en la encrucijada de todas las marginalidades, en la intersección de todas las exclusiones (sexismo, LGTB-fobia, clasismo, capacitismo, xenofobia)? ¿qué pensará de nosotr@s?
Intersección: esa es la clave. Y Raquel (Lucas) Platero lo explica muy bien. Porque en este país se escribe mucho ensayo pero pocos logran además trasmitir lo que saben con intención didáctica (no solo él: el conjunto de autores seleccionados es muy homogéneo en eso). Generalmente, si se es oscuro al escribir es por temor a que se sepa que no sabes. Algo que a Platero no le preocupa. En su introducción a Intersecciones: Cuerpos y sexualidades en la encrucijada” (Ed. Bellaterra) el autor (al que ya conocemos en dosmanzanas por su espléndido Lesbianas. Discursos y representaciones) nos explica el terreno (inestable), en el que nos vamos a mover a lo largo (al filo) del libro: la intersección, ese espacio que delimitan otros con perversos intereses, construyendo identidades por comodidad, ese espacio en el que ellos no están nunca porque son los normales (o eso creen), los que ejercen los mecanismos del poder y la exclusión, los que están en una situación de privilegio interseccional. El libro trata de personas en las que convergen líneas diversas de desigualdades que se cruzan y delimitan pequeñas (o no tanto) cárceles (o espacios, porque a lo mejor la cárcel es lo de fuera). Pero la realidad es mucho más compleja y si uno pensaba que con el álgebra de Boole estaba todo explicado, entonces mira la maraña de la portada (ninguna portada fue nunca tan elocuente) y se da cuenta de la complejidad de todo, de la indefinición y de las estrategias de lucha que deberían aprovechar esa indefinición y esa complejidad en los márgenes, y sus ventajas, que también las tiene.
Tras la introducción, una primera parte en la que dos textos clásicos sobre interseccionalidad de Kimbele Williams Crenshaw y el Combahee River Collective nos hacen comprender aún mejor el problema, y una segunda parte en la que varios autores (algunos ya conocidos en estos Desayunos en Urano): Paco Guzmán, Carmen Romero Bachiller, Javier Sáez, David Berná, Eva Herrero, Gerard Coll-Planas, Virginia Villaplana, Cécile Stephanie Stehrenberger y el propio Platero nos acercan a las distintas realidades en nuestro país: osos, personas LGTB con diversidad funcional, presos y presas gays, transexuales e intersexuales, migrantes LGTB en los Centros de Internamiento para Extranjeros, la Sección femenina, femmes y butches, gitanos gays, seropositivos, etc. Absolutamente imprescindible.
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¿Funcionalmente diversa?
No, no. Como ejercicio estilístico está bien. Pero para el día a día, seamos serios: discapacitado. Una persona que sea coja no puede correr la maratón; ergo, es discapacitado. El rey tiene una hernia discal; ergo, está discapacitado. No pasa nada. No es mala palabra.
hola puto,
¡¡muchísimas gracias por esta reseña tan simpática y desde lo personal!! Esa encrucijada de tu infancia, el puticlub, muestra muy bien de lo que estamos hablando en este libro donde participa tanta gente interesante (Carmen Romero Bachiller, Cécile Stephanie Stehrenberger, Combahee River Collective, David Berná, Edicions Bellaterra, Eva Herrero, Gerard Coll-Planas, Intersecciones: Cuerpos y Sexualidades en la encrucijada, Javier Sáez, Kimbele Williams Crenshaw, Libros, Paco Guzmán, Raquel (Lucas) Platero, Virginia Villaplana).
¡Pedazo equipo!
Creo que justamente el texto va de cómo nos sentimos y nos nombramos, que son cuestiones de primer orden. Si la gente toma decisiones sobre su sexualidad o su género, también lo hace con todo aquello que tiene que ver con su cuerpo. Es la distinción entre que me nombren y nombrarme, donde también tenemos que ganar la batalla para tomar las riendas de nuestra vida.
El movimiento de vida independiente (ver http://www.forovidaindependiente.org/) también hace justamente esto, se enfrenta a las etiquetas patológicas para elegir cómo se quieren nombrar, diversos funcionales, le parezca al personal lo que le parezca. En esto homosexuales, transexuales, lesbianas, bisexuales, gentes queer… tenemos mucho en común, no nos gusta que alguien venga con una etiqueta médica y nos ponga un nombrecito sinónimo de enfermedad.
Muchas gracias y ojalá que a la gente le parezca útil e interesante la discusión
La cuestión LGTB y queer me deja pura y sencillamente indiferente. No es nada personal, sino el producto de una evolución intelectual y una nueva trayectoria. Si bien, como Bellaterra tuvo la gentileza de enviarme un ejemplar del texto, me tomé la molestia de ojearlo por encima. Má allá de la calidad de la compilación y de la consideración intelectual de la que es merecedora Platero, yo me permito recordar que la cuestión del género, de la sexualidad y de los cuerpos es un tema saturado, además de agotado en sus problemáticas. Me consta que los supuestos especialistas ( sin otra proyección que en el «gueto académico» de los Estudios LGTB y queer, llevan ya un tiempo repitiéndose y «autoplagiandose». Si bien, como no soy sectario y pienso que el hecho de que algo haya dejado de interesarme no significa que no le siga interesando a otros, deseo buena suerte al trabajo de Platero.
Creo que «Intersecciones» es un lujo de libro en los tiempos que corren. Tal vez se echa de más algo de teoria importada (pero visto lo poco que se traduce tampoco viene nada mal)Maravillosas las reflexiones sobre la sexualidad de las personas llamadas «con discapacidad» y en general un libro necesario y sobresaliente.
Mi mayor enhorabuena a una de las personas a quien quiero y admiro tanto personal como profesionalmente: ¡Raquel (Lucas) Platero!. Es magnífico que exista un libro que pueda trabajar la interseccionalidad «desde dentro», porque, efectivamente, los seres humanos somos una multiplicidad de pequeñas porciones de identidades distintas, somos identidades múltiples o complejas (tal y como expresa Amartya Sen). Platero, enhorabuena, a todo el equipo y a ti, por tanto, por este excelente y necesario trabajo. A través de estas pequeñas y diferentes porciones de identidades distintas, vamos configurando nuestras identidades propias. En el caso de las mujeres y hombres con diversidad funcional, ha sido vital abandonar la terminología biomédica y patológica de «discapacidad», tal y como explica el autor Paco Guzmán. Nuevos horizontes, y nuevas oportunidades surgen, a través de un lenguaje no segregador: ¡constituirnos a través del principio de igualdad, respetando la/s diferencia/s; trabajando desde la dignidad intrínseca!!!. Abrazos. Soledad Arnau Ripollés
Se puede comprar online y enviar por correo?
iñigo, yo tampoco puedo correr la maratón, ergo, soy discapacitado ¿es eso?
¿Por qué no puedes correr la maratón?
¿Por qué una persona coja no puede correr la maratón?
Puede. Pero si tiene una limitación no estará en condiciones de competir con los demás. Es injusto, pero oye, ¡la vida es una putada!. La corrección política nos ha traído en cierto modo hasta donde estamos hoy.
Además, Jack, si mal no recuerdo tú jugabas al rugby. Una persona que desde joven se entrena para conseguir su máxima potencialidad en el deporte podrá llegar hasta donde su cuerpo y su mente pueda. Pero dos personas con la misma potencialidad, de las que una tenga una minusvalía, no estarán en la misma posición para competir. A mí me gustaría correr y saltar como un gamo. No puedo. Pero sí puedo reconocer que haya gente más capaz, en todos los órdenes. Es injusto decirlo? No. No es un demérito moral para nadie tener un problema físico que lo limite.
Me parece que el debate sobre el libro se ha «desviado» un poco. Una cosa es la interseccionalidad y otra presumir de las habilidades deportivas. Yo creo que es muy interesante el capítulo sobre el «Pasing» porque refleja de forma muy veraz la desexualización de todas estas personas y las fronteras debiles(cuando no falaces) entre lo «normal» y lo «anómalo». De todas formas es interesante (para la construcción de la masculinidad) el precio que siguen pagando los deportistas «de éxito» que «salen del armario». Besos.
¿al rugby? No, ya me gustaría 🙂
El caso es que yo mismo estoy incapacitado para correr una maratón, o para el patinaje artístico, o para la pintura, o para correr 100 metros en 10 segundos…
(el tal Pistorius ese llegaría a la meta antes de que yo oyera el disparo de salida, y es un «discapacitado»)
A lo que voy es a que visito a veces centros de «discapacitados» y cuando vuelvo al mundo «capacitado» veo que hay gente «discapacitada» para cosas que son mucho más importantes que ver, oír, o andar: decir buenos días, sonreír, demostrar cariño…
Iñigo, a los que tenemos una discapacidad reconocida no nos gusta que se nos llame DISCAPACITADOS por una cuestión sencilla: significa «no capaz». Y creeme que somos capaces de llegar a hacer muchas cosas «normales» que ni te imaginarías.
Por ejemplo estoy ahora mismo escribiendo en un ordenador cuando apenas tengo un 10% de visión en un solo ojo (el otro no ve) y la palabra mágica es tiflotecnología.
Puede que no podamos hacer algunas cosas a vuestro ritmo, pero ello se compensa con esfuerzo, ayudas técnicas y si los «normales» dejais de vernos como «no capaces» de ponernos a vuestra altura.
Me ha encantado el libro, es de lo más original que he leído en mucho tiempo, nuevos enfoques sobre la diversidad (más allá de la mirada LGBT) y algunos textos imprescindibles del feminismo negro que me han sorprendido por su actualidad. Para la pregunta de Lorena, se puede comprar on line en http://www.libreriaberkana.com
Acabo de leer una reseña de un libro de Andrew Solomon, «Far from the tree», en la que habla de «identidad vertical», la compartida con padres, raza, clase social… e identidad horizontal, la no compartida con el entorno.Abarca ser gay en una familia hetero, ser sordo, autista en una familia no afectada… y lo más interesante de la propuesta (no he leído el libro de Platero pero puede que su enfoque sea similar, lo ignoro) es el rechazo que siente el gay al ser comparado con el discapacitado, el afroamericano al ser comparado con el gay… Es un tema fascinante porque es un pozo sin fondo.
El libro no existe aún en formato digital, pero se puede conseguir fácilmente en Berkana y en la propia editorial Bellaterra.
Al putojacktwist,
Uno puede ser negro y con sida (como Magic Johnson) o mujer homosexual (como Navratilova) y, además gorda, discapacitada, bipolar, afectada de extrofia vesical y -no nos olvidemos- vieja. Pero, en una economia de mercado como la nuestra, lo que no se puede ser, es pobre.
Vayamos a lo esencial: podemos vivir sin mantener relaciones sexuales, sin casi nada. Pero nos es imprencindible el oxígeno, la comida y el agua. Me sorprende, pues, que nadie tenga en cuenta la constante «status social», algo que condiciona -aunque no determina-, nuestras elecciones y, por supuesto, nuestras relaciones sociales. Pongámonos en la piel de una persona de 50 años a la que acaban de desalojar de su piso. Está en paro y sabe que, ahora, a su edad, no encontrará trabajo. Se ve obligada a vivir de la caridad de sus vecinos, a comer y vestirse en la Cruz Roja. Cierto, además puede ser discapacitada y diez mil cosas más. ¿Podemos imaginarnos por un momento cuáles seran sus prioridades?
Es todo un lujo poder ostentar diversas identidades. Esto sólo ocurre aquí, en la cultura occidental. Es más, hay quien compite por ello -yo, además de gay, soy judio y seropositivo, me decía un amigo. Nuestra cultura es tan perversa que hay quien hace de la discriminación una tarjeta de presentación social olvidando que, presentarse como perseguido, es una forma sutil de perseguir a los demás. No obstante, los colectivos o grupos discriminados tienen un derecho incuestionable: el derecho a dejar de serlo. Mientras tanto, somos personas. Antes que nada, personas. Finalmente, del extraordinario libro de Platero -porque lo es- me falta el análisis antropológico ¿Porqué aquí podemos tener múltiples identidades? y… ¿Cuáles son las fundamentales?
Jack, si y no. Efectivamente no se puede vivir sin dinero en esta sociedad, ahora lo vemos mas que nunca. Pero tampoco hay que desdeñar los privilegios simbólicos. Es decir no es lo mismo ser pobre aqui que en otro país, igual que no es lo mismo estar en la carcel que fuera de ella. Lo mismo que se intersecciona la calidad de vida para un gay, les o trans si vives en una ciudad grande o pequeña, incluso sin tener de todo en cuenta tus recursos. Evidentemente es comer, beber, respirar pero también el derecho a existir.
Quiero añadir
Yo vivo de una discapacidad y, como señala una persona más arriba, no me gusta ni acepto este término. Todos nos volvemos discapacitados porque, a medida que nos especializamos en algo, servimos para algunas cosas y para otras no. Pero aceptar que tenemos limitaciones cuestiona el modelo social hegemónico: usted debe ser saludable.
¿Qué se entiende por salud? La OMS (1954) definio este concepto como persona que tiene bienestar físico, social y emocional. Y yo afirmo que alguien que tiene todo eso está muerto. Convivimos con la enfermedad desde pequeños. La especie humana es diversa, plural, mutante… (Darwin tenía razón) ¿Porqué empecinarse en negarlo? No existe cultura humana sin conflicto. Lo que varía, de una sociedad a otra, es la manera de resolverlo. Andre Gide también tenía razón, nuestra sociedad huele a clínica.
Es importante, cuando se investiga, saber qúién «define» y «cómo» se distribuye ese conocimiento porque, de lo contrario, estaremos consolidando estereotipos, modelos y, en consecuencia, evitando el cambio social necesario para consolidar los derechos humanos. En castizo, que primero somos personas y luego tenemos (prefiero el verbo «tener» al verbo «ser») distintas limitaciones, preferencias eróticas, colores de piel, pesos, estatura, orígenes, etc. Nuestra sociedad es demasiado ambigua como para analizarla desde un único punto de vista.
querida Olga: ¡por supuesto que el estatus es importantísimo! Es más: está citado varias veces en la reseña (y en libro):
«¿y si mujer desahuciada, sorda y lesbiana?»
«alguna intersección de desigualdades (de clase social, de género, de sexualidad,»
«(sexismo, LGTB-fobia, clasismo, capacitismo, xenofobia)»
Beeeeeeeeesos
Si lo sé. Pero… la «heterosexualidad» no es NORMATIVA, lo que si es normativo es el coito vaginal. De hecho y, basándome en el criterio de evidencia, hay muchos hombres heteros cuya práctica sexual preferente es el coito anal pero practicado por una mujer. Es decir, ¿Qúé ocurre con los practicantes BDSM? Pues ocurre lo mismo que con otras disidencias, que se ven obligados a llevar doble vida y, en mucho casos -cuando se trata de hombres sumisos- lo llevan mal porque les cuestiona, entre otras cosas, su masculinidad. Quizás deberiamos preguntarnos porqué de todas las disidencias sexuales fue la homosexualidad la que primero se organizó políticamente.
Lo que importa es que si continuamos hablando de «heterosexualidad» como MODELO estamos consolidando la «cadena simbólica» (sexo-género-prácticas-objeto de deseo». Estamos dando por supuesto que ser heterosexual es ser coitocentrista. Y no, porque se ha perseguido y discriminado igualmente (medicalización, detención, marginación) a aquellos heteros que se desvían del coitocentrismo vaginal. Está claro que alguna persona dirá… «pero es que el coito vaginal es universal!». Bueno, también lo son el coito anal y el interfemoral. Es aquí, en occidente, donde la medicina decimononica hizo del coito vaginal la unidad de medida longitudinal. Desde luego, quienes pagan mayores precios son los hombres -independientemente de su orientación sexual- porque ahora, más que nunca, se les presiona para tener erecciones y, lo que es peor, el esperma se ha convertido en moneda de cambio de su deseo. Pensemos en los adolescentes afectados por una distrofia vesical y cloacal… ¿Cómo viven o afrontan la sexualidad cuando el modelo es que hay que tener pene, grande, erecto etc.?
Tengo amigos gays que a sus 40 años ya toman Viagra. ¿Porqué hay que mantener relaciones sexuales dos veces -o tres o 15 veces- por semana? ¿Porqué debemos llegar al orgasmo? ¿Quién lo dice? Y, lo más importante ¿Porqué lo dice? La sexualidad occidental se ha convertido, además de en un gran negocio,en un examen. Mal porque se está castrando el deseo y acomplejando a mucha gente. Deberiamos darnos permiso para explorar, sentir y hacer lo que nos venga en gana. Nuestro cuerpo y nuestro tiempo, en una sociedad como la nuestra, es lo único que nos pertenece.
Por eso insisto en que en una sociedad tan compleja como la nuestra ya no se puede afirmar que la «hetero» es el modelo. No, piensen ustedes en aquellas mujeres que van a una revisión y tienen morados «consentidos» en las nalgas. Pues se arriesgan a ir a juicio o a ser psiquiatrizadas. Además, la ley les puede quitar la custodia de sus hijos. Este ejemplo es un caso que yo viví directamente. Ignacio Pichardo me informó, otro ejemplo, de que una catedratica de Psicologia de su Universidad afirmó públicamente que una pareja hetero que no practicase el coito vaginal está enferma. LLevo más de siete años haciendo trabajo de campo en terreno Bdsm y si, son muchas las mujeres y hombres a quienes no les gusta el coito vaginal. Aunque también es verdad que fuera de la comunidad Bdsm existen personas que informan de lo mismo. Insisto, la heterosexualidad es más un «estilo de vida» -como nos recuerda Oscar Guasch- que una práctica sexual. El lenguaje nunca es inocente, por eso insisto.
Lo peor de las normas es creérselas. Un ejemplo, nos dicen que a medida que te vas haciendo mayor pierdes memoria, agilidad mental, etc. Rita Levi -premio Nobel por sus descubrimientos respecto a las neuronas cerebrales- demostró que no es así, que sólo en algunos casos. ¿Porqué, entonces, tratamos la vejez como si fuera una enfermedad? ¿Porque cada vez hay más chistes y videos publicitarios gerontofóbicos? ¿Alguien se imagina cómo vive su estancia en un geriatrico público un gay que ha luchado toda su vida por salir del armario? Ha de ser tremendo que, al final de tu vida, tengas que volver a meterte dentro. Si, las cosas tienen género y edad, pero también y -sobre todo- tienen status social. Porque ya existen geriatricos privados LGTB. ¿Quién puede pagarlos?
Por otra parte y por las mismas razones que J. Winterson, soy una obsesa de la «identidad». Y si, tengo varias. Pero… ¿de qué depende que una -algunas veces- sea más importante que otra? En mi caso, del contexto. Pongamos el tema de la identidad catalana. No soy fundamentalista ni radical pero hay veces -dependiendo de cómo se nos critica o evalua desde Madrid- que esa identidad se superpone a las otras y entonces soy nacionalista las 24 horas del dia. En mi caso es raro porque soy muy cinéfila (y un montón de cosas más). Eso si, eroticamente…, soy usuaria elemental. Bueno, un poquito ADSL. Ya acabo. Besos para todos y me olvido de esta cháchara.
gracias ¡muy interesante!
Soy curiosa a morir;
¿Que es lo interesante?